martes, 25 de marzo de 2014

CARTA NÚMERO CINCO



*Carta manuscrita.
Barcelona, 7 de junio de 1963


Querido Jacobo,


                        “je l’ignore tout de toi”, que diría Apollinaire; o, por lo menos, no sé a punto fijo si te encuentras ahora en Madrid o Valencia. Durante mi última estancia en la capital, hace justamente un mes, llamé dos veces a tu casa y me dijeron que estabas fuera, con gran descontento mío, pues deseaba mucho verte.



                        Te escribo a Madrid, pues aunque mi recuerdo acerca de las fechas en que suelen concluir los exámenes universitarios ya empieza a ser borroso, sospecho como más probable que no te hayas desembarazado todavía de ellos. De esa época recuerdo yo que la soledad erótica me atormentaba de modo especial, y todavía ahora suele ser junio época del año en que me encuentro deprimido e insatisfecho.



                        Te escribo para pedirte un favor, pero, una vez puesto a ello, me han venido ganas agudas de conversación contigo, así que dejo el favor para el final y paso a hablar de al vida y la literatura, que es más ameno. [vuelta]



                        Vi a Aleixandre en Madrid. Estuvo muy cariñoso conmigo —no sé por qué sospecho que has hecho tú de alma piadosa, diciéndole cuánto yo le quería— y nuestra conversación fue prolija y agradable, aunque al final, muy en su manera, sacó a relucir su pliego de agravios contra mí, a propósito de ciertas frases mías en el artículo sobre Cernuda. Me defendí lo mejor que pude, que no fue mucho, inventando una teoría acerca de la “visión totalizadora” en Aleixandre y el “carácter problemático de la experiencia moral” en Cernuda, más afín a mi temperamento de poeta. No creo que le convenciese de nada, pero las teorías confieren una especie de respetabilidad a la que los españoles somos muy sensibles. Trató entonces de demostrarme que mi temperamento era más totalizador de lo que yo creía, y me dejó a medias convencido, que es la peor manera de quedar convencido de nada.



                        ¿Cuáles son tus proyectos para este verano? Yo pienso en ir a Deyá, Mallorca, con Luis (mi amigo) y con Juan Marsé, durante el mes de agosto. Nunca en mi vida he hecho más de tres días seguidos de vida litoral en el Mediterráneo, y la perspectiva de un mes entero al sol y al mar, en un pueblo [página 2] más o menos tranquilo, me hace verdadera ilusión. Naturalmente me siento por completo pesimista, convencido en lo íntimo de que al fin no iremos, o de que, si vamos, resultará muy inferior a lo imaginado.



                        Me anunciaste una visita tuya a Barcelona durante el mes de junio. ¿Sigue en pie? Ya sabes que puedes contar con mi hospitalidad, y si me avisas a tiempo, con que vaya a recibirte a la estación o el aeropuerto.



                        Quisiera hacerte una consulta profesional. (Antes tenía aquí para esas cosas a Gabriel Ferrater y a Carlos Barral, pero el uno ha marchado al extranjero y con el otro he perdido todo trato íntimo.) Es, a propósito de un poema que estoy escribiendo y que se titula El viaje a Citerea, la siguiente estrofa:



Cuando vaya a dormir

a solas y muy tarde, la nostalgia

sucederá a la envidia y al deseo.

Nostalgia de una edad del corazón,

y de otra edad del cuerpo,

para soñar de noche en las playas

el mundo de dos en dos.



                        Se trata de un conjunto de endecasílabos y heptasílabos que va a desembocar en dos versos de raíz distinta, uno de diez y otro de ocho sílabas. Quisiera saber si esa disonancia es demasiado fuerte para el oído, cosa que no puedo verificar por mí mismo, puesto que el mío ya está avisado de ella y de que esas dos líneas requieren una escansión distinta. Si un oído impreparado puede hacer ese reajuste instintivamente, la cosa va bien; si no, tendré que alterar esos versos que me gustan tal cual están.



                        Finalmente, el favor. ¿Quieres decir que me envíen contra reembolso, a mi nombre, a Compañía General de Tabacos de Filipinas, Ramblas 109, Pral, Barcelona, un ejemplar del número homenaje a Luis Cernuda? Es para hacer un regalo, y te agradeceré por tanto que no te creas en la obligación de regalármelo tú a mí.



                                   Un abrazo

                                                           Jaime









CARTA NÚMERO TRES



*Carta mecanografiada.
 Barcelona, 14 de febrero de 1963




Querido Jacobo,
                          tal como te prometí, te transcribo —íntegramente, para que puedas apreciar mejor el escaso importe de la alusión— el “famoso” párrafo de la carta de Cernuda, fechada el 10 de julio:

            “Octavio Paz sé que salió de París el 2 de este mes, pero no tengo noticias de él. Le envían a India, como embajador de México. Confío en verle aquí, a pesar de todo. Es persona encantadora y de opinión y conocimiento excepcional en cuestiones de poesía. Deseo verle, y la misma editorial mexicana, Avándaro, que debe preparar mi nueva colección de versos, prepara otra de Paz. Deseo ver pruebas en este mes o en el próximo, pero temo que la tórtuga [sic] mexicana no sea más diligente que la española; digo esto porque el famoso numerito de “La caña gris” lleva un año y pico, a estas fechas, sin terminarse, y no tengo del mismo sino noticias en las que ya no creo.”

            Eso es todo, y, como verás, muy poco. Aparte de la delicada indiscreción de los señores de Velintonia, no sé si debo acusarme yo también un poco, por haber aguzado un dardo inexistente. Y es que ignoraba, claro está, lo que anteayer me dijiste, acerca de las cartas dilatorias que por aquellas fechas le escribías. Posiblemente, dichas por otra persona, esas palabras finales me hubieran sonado del todo inocentes: Cernuda podría acusarme de haber dado por buena, sin más, la leyenda de la intratabilidad cernudiana.

            Mi viaje de regreso fue detestable. Al sueño y la dificultad de dormir se juntaba un estado de ánimo confuso, que siempre me sobreviene después de una “sesión continua” como la que sostuvimos el martes. Esas orgías de repentina simpatía mutua —acaso porque son hoy, en mí, tan raras como a los veinte años eran habituales— me dejan un sabor de irrealidad y una vaga aprensión de haber sido, a la vez, indiscreto e insincero. Te ruego, sin embargo, que no tomes demasiado en serio mi gueule de bois moral; no sé por qué especie de vicio mental, no puedo ponerme a expresar lo que siento sin que me acuda, casi inmediatamente, la sospecha de que estoy empezando a fingir lo que sentía. La verdad es que lo pasé muy bien y que me alegro muchísimo de haberte conocido.

[Manuscrito a partir de aquí] Un abrazo
                                                                       Jaime


Otrosí: aunque no creo que se te ocurriese nunca hacerlo, [vuelta] me atrevo a recordarte la conveniencia de que no cuentes a C. Que yo te he transcrito ese párrafo. Como sabes, las cartas son un bien personal de quien las escribe, no de quien las recibe, y acaso pudiera molestarle el que yo haya hecho uso de una de ellas, aunque sea con una persona amiga suya.




 

            ——— Releo esta nota, y me parece “neciamente impertinente”. Hasta la vista.








CARTA NÚMERO CUATRO



*Carta manuscrita.
Barcelona, 2 de mayo de 1963



Querido Jacobo,
                          nuestra separación no pudo ser más desdichada. Aquella misma noche me dio un ataque de hígado. Apenas dormí, y el viaje al día siguiente fue perfectamente horrible; llegué a Barcelona en un lamentable estado de nervios. Luego las cosas mejoraron: el hígado se calmó, y una visita al médico —la misma tarde de mi llegada— me hizo saber que mi pequeña llaga priápica no era de ningún modo un regalo de Venus, sino una inofensiva herpes – cicatrizada ya. De todas maneras, el agotamiento nervioso me duró varios días, impidiéndome, entre otras cosas, escribirte.

                          Ahora soy bueno —el ser bueno no me ha proporcionado nunca la menor felicidad—, llevo una vida morigerada y atiendo a un exceso de trabajo en la oficina, circunstancias todas ellas que hacen de uno un corresponsal pobre y escasamente interesante. Por fortuna podemos vernos y hablarnos muy [vuelta] pronto, pues el día 7 estaré en Madrid y permaneceré ahí hasta el 10 por la mañana. ¿Quieres que nos encontremos para cenar la misma noche del 7, entre 10 y 10,30, en Teide? Si te es imposible, llama, por favor, al 2367848 y deja un recado para mí – en cualquier caso, tendremos tiempo de sobra para vernos durante esos días.

                           Ayer terminé otro poemilla – que completa la serie amorosa que te recité aquella noche. Se titula Volver:

Mi recuerdo eran imágenes,
en el instante, de ti:
esa expresión y el matiz
de tus ojos.., algo suave

en la inflexión de tu voz,
y tus bostezos furtivos
de lebrel que ha maldormido
la noche en mi habitación.

Volver, pasados los años,
hacia la felicidad
— para verte y recordar
que yo también he cambiado.

                        Ahora tengo que volver a los poemas largos y me da pereza. Hasta pronto, un abrazo

                               Jaime





CARTA NÚMERO DOS




*Carta manuscrita.
Barcelona, 27 de Nov. 1962
Sr. D. Jacobo Muñoz, Madrid.




Mi querido amigo,
                                   ayer llegaron a mis manos su amable carta y el “Homenaje a Luis Cernuda”, juntamente. Muchas gracias por una y otro.

                                   He leído ya casi todos los trabajos que el volumen incluye, entre ellos el suyo, especialmente interesante para mí, por su referencia a una vertiente de la obra de Cernuda —la que podríamos designar con ese antipático término “cosmovisión” — a la que en mis lecturas del poeta no había prestado yo atención bastante.

                                   Celebro que me dé Ud. sus señas de Madrid, pues me facilita la posibilidad de llegar a conocerle personalmente en alguna de mis esporádicas visitas a esa ciudad. Sería para mí muy agradable. Si le parece a Ud. bien darme su número de teléfono, le [vuelta] quedaría agradecido.

                                   Reciba entre tanto un afectuoso saludo de su buen amigo

                                                           Jaime G. de Biedma

Muntaner, 520
Barcelona